Después de los 25 años de edad el metabolismo de la piel se hace más lento. En torno a la tercera década de la vida, la piel ha comenzado a cambiar. Este envejecimiento cronológico de la piel es inevitable, dado que está causado principalmente por alteraciones fisiológicas en la funcionalidad de la piel. En este caso, la piel se torna gradualmente más seca y menos elástica en el transcurso del tiempo.
La función de barrera se debilita, lo que contribuye a una pérdida de humedad. En presencia del deterioro de esta función vital de la piel, ésta deja de ser capaz de protegerse a sí misma frente a los factores externos que aceleran adicionalmente la sequedad inducida por la edad.
El sistema metabólico dentro de cada célula se hace más lento. La piel pierde humedad cada vez más y se vuelve menos elástica. La consecuencia es una piel facial seca y la aparición de arrugas. Estos efectos duales llegan a manifestarse en la superficie de la piel, que presenta signos de sequedad inducida por la edad.
La predisposición genética y el origen étnico pueden marcar una diferencia con respecto a la velocidad en la que envejece la piel de una persona y en la que se hacen evidentes los efectos de la sequedad inducida por la edad.